miércoles, octubre 17, 2007

EL DISCURSO Y LA AGENDA DEL CAMBIO EN CUBA

POR: FELIX SAUTIE MEDEROS

El discurso y la agenda del cambio en Cuba (I)
23:46h. del Martes, 16 de octubre.

Es una realidad incontrovertible que en Cuba se está debatiendo en todas las bases. Esto que es satisfacción de muchos, también tiene sus detractores de uno u otro signo, porque de que los hay los hay. Existen silencios culpables que expresan voluntades y deseos contenidos que quisieran evitar el debate. Incluso puedo decirles que tengo una experiencia personal al respecto y muy reciente en donde casi no me dejaron hablar; pero muy a pesar de todo esto, el debate ha continuado su rumbo y considero que se debe a la conciencia de que realmente los problemas no aguantan más y el tiempo de soluciones se está acabando.
En estas circunstancias, el debate se ha ido extendiendo y afincando. A tales efectos, puedo testimoniar que en La Habana, que es en donde vivo, constituye un tema muy generalizado de conversaciones. Además de los espacios institucionales en que se desarrollan los debates oficialmente convocados, muy a pesar del pobre reflejo que de estos hechos trascendentales nos plantea la prensa escrita, radial y televisiva locales, también se realizan múltiples intercambios y análisis en las peñas y otros encuentros que son habituales entre colegas y amigos, los que se agrupan y/o se crean a partir de múltiples vínculos como pueden ser la vecindad de vivienda, grupos de colegas de trabajo, de jubilados así como de amigos de siempre y las más diversas posibilidades. Ha surgido un verdadero hervidero del que tampoco he escapado en lo personal. Sobre estos encuentros amistosos informarles me hube de referir en un anterior artículo en La República (A Propósito del discurso de Raúl Castro. Cambiar para no dejar de ser. http://www.larepublica.es/spip.php?article6894 )
Estos hechos me han estimulado a pensar en la conveniencia de recoger y publicar lo que debatimos entre algunos colegas y amigos de muchos años, porque puede dar la medida del pulso de lo que les estoy planteando. En este sentido mi colega Theo Altamirano nos expuso un análisis en tres partes sobre los últimos discursos pronunciados en Cuba por altos dirigentes del proceso y la agenda del cambio, tanto de lo que se plantea en estos textos como de lo que les falta y/o no está considerado.
Lo que a continuación publico de ese análisis al que me refiero, posee además el consenso de quienes lo debatimos. Espero les aporte información y les sea de interés, porque en Cuba nuestra prensa lamentablemente no reporta estas incidencias y muy poco se publica hacia el exterior. Comienzo con el texto de la primera parte:
A partir del llamamiento de Raúl Castro a la rectificación de errores, así como el abandono de esquemas ya obsoletos y el perfeccionamiento del modelo socialista instaurado por la Revolución, pronunciado el pasado 26 de julio en Camagüey, se han producido otras dos intervenciones sucesivas y públicas de altos funcionarios, exponentes también de la generación histórica que comenzó el proceso insurreccional revolucionario que triunfó en 1959; las que conjuntamente con la de Raúl el 26 de julio pasado, continúan expresando la diferencia respecto al discurso que hasta el presente ha sido habitual en la dirigencia cubana. Machado Ventura, ejecutivo del Buró Político para el trabajo del Partido, el 5 de septiembre en la ciudad de Cienfuegos y el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, en la actualidad Ministro de Comunicaciones, durante el acto de tributo y recordación a Ernesto Che Guevara en la ciudad de Santa Clara, el pasado 8 de octubre. Estas dos últimas y significativas intervenciones de dirigentes muy característicos en sí mismos de lo que constituye el Poder Revolucionario establecido, aportan importantes pistas sobre un determinado consenso en torno a la necesidad de promover cambios de concepciones, métodos y estructuras tanto en la esfera económica como en la gestión de los órganos del Poder Popular y en el propio funcionamiento del Partido único. El escenario en las tres ocasiones, siguiendo una costumbre establecida por el propio Fidel Castro, ha sido la conmemoración de algún acontecimiento destacado en la historia nacional de los últimos decenios: el Asalto al Cuartel Moncada en julio de 1953, con el que se dio inicio a la lucha insurreccional uno de cuyos episodios más heroicos fue la sublevación de marinos y civiles en la ciudad de Cienfuegos en 1957 y la conmemoración del 40 aniversario de la caída del Che en Bolivia en 1967. El lector no avisado del proceso que tiene lugar a lo interno de la sociedad cubana de hoy –y del cual, salvo los discursos, no hay ni rastro en la prensa oficial- podría pasar por alto la trascendencia de los enunciados mediante los cuales Raúl, - actualmente al frente del Gobierno Cubano por la enfermedad de Fidel- convocó a los debates. Machado insufló el estímulo de algunas precisiones y Ramiro Valdés ya describe como un “hervidero de ideas”, al tiempo que aporta elementos sobre el alcance de los propósitos renovadores anticipados por Raúl Castro.
Estos textos fueron redactados para ser leídos en esas tribunas con una extensión inferior a una hora, deudores de un mismo estilo directo, sintético, carentes de ociosos giros literarios, son en su conjunto reiterativos de las posiciones cubanas en materia de memoria histórica, voluntad de resistencia y combate contra la guerra económica más prolongada a la que los Estados Unidos ha sometido a un país, que se acentúa además por el derrumbe del modelo soviético de socialismo en Europa y la desaparición de la propia URSS; retoman, en consecuencia, la defensa a ultranza de los avances científicos y las conquistas sociales emblemáticas de la Revolución, y, por supuesto, reafirman la militancia socialista, la necesidad de robustecer la capacidad defensiva del país en el plano militar, el internacionalismo tal y como lo aplican y lo entienden los dirigentes cubanos y el liderazgo histórico del proceso.. Al propio tiempo, los discursos, aportan una dimensión autocrítica desusadamente abarcadora del proyecto cubano de equidad y justicia social que tiende a completar el cuadro de la realidad nacional y esbozan una agenda de cambios en el lenguaje elíptico y en ciertos momentos hasta críptico, pero a todas luces dictados por una comprensión de la necesidad de superar el inmovilismo y abrirse a alternativas de renovación y perfeccionamiento. Con este espíritu Ramiro Valdés vuelve sobre las prioridades en Cienfuegos reiteradas por Machado y amplía el diapasón y las tensiones del tema agroalimentario, permitiendo intuir la virtualidad de una nueva legislación agraria.
Raúl Castro resumía en julio: “Nunca creernos que lo que hacemos es perfecto y no volverlo a revisar (…) cuestionarnos cuanta cosa hacemos en busca de realizarla cada vez mejor, de transformar concepciones y métodos que fueron los apropiados en su momento, pero que han sido superados por la propia vida”. Con estas coordenadas el discurso político cubano – que ha conocido otras coyunturas de agudas críticas, entre ellas lo que se denominó “errores y tendencia negativas” en la singular praxis que en ocasiones ha puesto en práctica Fidel de guardar distancia y proyectarse como opositor de su propio gobierno- se constituye en el primer testimonio de una voluntad política cuya clave se resume en una palabra: cambio.
La primera evidencia de esa voluntad es la virtual consulta que mediante una discusión abierta ha tenido lugar con todos los sectores de la sociedad cubana, desde los cuadros y militantes hasta los jubilados y las amas de casa, con un protagonismo fundamental en los colectivos laborales, arrostrando el riesgo y favoreciendo incluso a una catarsis que más bien puede despejar el camino, en la búsqueda de una percepción colectiva de la situación y de puntualizar una agenda que sin ambages se proclama, en el discurso de Ramiro Valdés, para : “…hacer cuanto resulte sensato y posible, eliminar lo que sea absurdo, consolidar cada logro , asegurar cada día la plena soberanía del país, el socialismo como fundamento de la independencia, y el desarrollo material y moral que sirva de base al bienestar, la justicia y la dignidad que es acreedor nuestro pueblo (…)”, objetivos que Ramiro Valdés subraya inconcebibles con las reglas de juego del neoliberalismo y del sometimiento a la hegemonía de Estado Unidos, así como descarta las que denominó como teorías peregrinas para la solución de complejos problemas económicos y advierte contra la ilusión de resolver el conflicto histórico con ese país mediante concesiones unilaterales.
Es de suponer que en este balance preliminar de los debates que se realizan, se hayan sopesado de igual manera los intentos de mediatizar y empobrecer la discusión por parte de los estamentos burocráticos en algunas entidades, empresas y organismos partidistas, reduciéndola a los micro problemas concretos de un taller, de una oficina, de un barrio o zona de residencia, desaprovechando la excepcional oportunidad para, al menos, intentar establecer el nexo orgánico de los problemas puntuales locales con la situación general, las políticas ya extemporáneas y los no pocos “absurdos” para utilizar un vocablo que de modo hasta ahora ambiguo se utiliza en estos discursos. Por otra parte, si para que en un centro de producción y servicios, en una institución o dependencia administrativa, se debatan sin cortapisas sus problemas se requiriere de un proceso como el que se ha desatado, entonces ponerle fin a esa especie de “autorización desde arriba” debería figurar también en la agenda de renovación como uno de los más aberrantes esquemas a desterrar, para que en las nuevas condiciones cotidianamente se desenvuelvan los debates como algo natural e inherente del sistema socio político.
Ya Raúl tempranamente criticaba el comportamiento de quienes usan las dificultades como escudo, y es de comprender que a estos no les interese profundizar en las causas y sinrazones de la situación económica del país porque ello sacaría a flote su incompetencia y falta de sensibilidad. No parece en modo alguno ocioso por eso el llamado de Ramiro Valdés ahora, inspirado en una conocida definición de Che “a (…) devolver a la condición de cuadro la jerarquía moral, la autoridad política y administrativa, la capacidad de decisión técnica y las condiciones humanas que lo conviertan en la espina dorsal de la Revolución”. Sin embargo, coincidiendo con lo atinado y actual de esta observación, cabe recordar que para lograr una ruptura de la inercia y hacer que prevalezca un enfoque creador, ajeno a cualquier sacralización , a los desatinos, los sectarismos, las mediocridades y deshumanización que caracterizan los estilos burocráticos de dirección, para la liberación de las fuerzas productivas allí donde estén frenadas mediante soluciones, como subrayó Ramiro Valdés , socialistas o compatibles con el socialismo, basadas en el trabajo y en la capacidad de la economía nacional para generar recursos, dentro de las limitaciones , costos y márgenes de gestión impuestos por el Bloqueo, es imprescindible abrirle el más ancho y permanente cauce al protagonismo cotidiano, no eventual ni circunstancial, de los colectivos laborales, de la población en su conjunto. Entre los dogmas que lastraron la práctica política y burocratizaron la dirección económica en la experiencia soviética, estaba la sentencia estalinista de que “los cuadros lo resuelven todo”, filosofía en su esencia opuesta al proceso de democratización de la toma y control de las decisiones, así como a la participación más amplia posible en los momentos claves de la planificación y evaluación de la gestión económica, fundamentado en normas y principios así como verificado a través de un sistema de instituciones que en lo fundamental ya existen en Cuba. Experiencia que bien pudiérase aportar a los presupuestos teóricos del Socialismo del Siglo XXI, como una de las alternativas auténticamente socialistas a las leyes ciegas del mercado neoliberal y a la dictadura de las corporaciones en el capitalismo.
Ajena a cualquier democratismo preciosista, la evidencia de múltiples cuestionamientos a política vigentes –entre ellas algunas a mi juicio justas y otras sencillamente inevitables-revela la necesidad de sistematizar procedimientos de consulta que propicien un consenso nacional que no puede hacerse a través de monólogos desde tribunas o espacios televisivos, con frecuencia poco convincentes. Al propio tiempo, la democratización concierne a las gestiones económicas sociales a escala de los territorios, comunidades, colectivos laborales como solo en una verdadera sociedad socialista podría pretenderse y lograrse. Hoy en día las reuniones de los comités municipales del Partido y de las Asambleas del Poder Popular a ese nivel suelen pasar, como se dice “sin pena ni gloria”, aún cuando en ellas se aborden e intenten solucionarse los problemas vitales de la población porque en muchas ocasiones transcurren al margen de la opinión pública.
La comprensión de las realidades y la búsqueda colectiva de soluciones para vencer las dificultades y avanzar hacia un nivel de bienestar que excluya desigualdades ilegítimas, son aspiraciones que rigen este ejercicio democrático del que incluso comienzan a hacerse eco algunos otros corresponsales extranjeros acreditados en La Habana; la seriedad, madurez, patriotismo y conciencia del socialismo como fundamento del destino histórico del pueblo cubano, que han justificado con creces el acierto y la oportunidad del llamado de Raúl Castro, prueba con creces la justicia, la urgencia y la sabiduría de incluir la ulterior profundización del proceso de democratización socialista en el discurso y en la agenda del cambio.
Próximamente se publicará la Segunda Parte de este tema.
fsautie@yahoo.com

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