Pinta al Perú raigal
ÓSCAR CORCUERA, LOS COLORES DE LA VIDA
Por WINSTON ORRILLO
Los colores de Óscar Corcuera tienen el sabor de los tiernos choclos que, humeantes, la tierra nos entrega a nuestra inexhaustible voracidad.
Paisajes entrañables: campos, ríos, maizales, pastizales, casas humildes que reflejan a un mundo integérrimo, hombres debajo de unos sombreros cuya alacridad nos embelesa.
Desde Contumazá, en la jurisdicción de Cajamarca, la bella y sublevante, donde los hombres no se dejan pisar el poncho, vienen los oleos, las acuarelas, los grabados, las técnicas mixtas, los murales, el retrato de un Perú que mil veces ha querido ser vencido, y mil veces más sigue dando la batalla: porque él tiene raigales entrañas que, hoy mismo, dan que hablar a la humanidad entera.
Óscar Corcuera Osores pinta la poesía de la vida, poetiza la música de los andes enhiestos y levantiscos; ejerce la docencia que los pájaros nos ofrecen cada mañana, al decirnos que, a pesar de que el tiempo no es precisamente bueno, es por ello, sin duda, que hay que seguir viviendo, lo que equivale a seguir creando; lo que equivale a seguir luchando.
El mural de la obra de Corcuera abarca más de medio siglo de incesantes búsquedas, de riesgos y delicados equilibrios en una sociedad antropofágica, que tiene, como características espurias, el poco reconocimiento a sus artistas y creadores.
Pero todo esto –para él como para nosotros- es un incentivo, un acicate más para proseguir en la búsqueda de El Dorado, de la Piedra Filosofal que no es sino el camino de una vida nueva en un mundo nuevo, como quería nuestro común Amauta, José Carlos Mariátegui La Chira, el de los inmortales 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, venero inagotable de arte, poesía y combate para, “sin calco ni copia”, hacer un universo habitable, allende esta caricatura de vida y constantes estropicios que se ofrecen ante nuestros ojos inconformes.
Si es verdad lo que expresara aquel maestro clásico, el naturalista Bufón: “El estilo es el hombre”; es el hombre, Öscar Corcuera, el que se refleja en su obra pictórica poliédrica, en su búsqueda impertérrita de la belleza, a través de diferentes técnicas de las artes plásticas.
Casas, chozas, rebaños, caballos, paisanos humildes: ¡pueblo, pueblo! La pintura de Óscar tiene un sabor a pueblo, a gente sencilla, a una autenticidad que no es moneda corriente en el mercado marketero de un arte que, hoy más que nunca, depende de esa hetaira llamada “mercado” y que, por eso, se vende y se compra al mejor postor.
Óscar es un maestro auténtico que conjuga la humildad y la soberbia de un creador verdadero, allende la oriflama y las marquesinas de la perecible sociedad de consumo ad usum.
Porque, en definitiva, su obra responde al pensamiento de Kyats: “a think of beauty, is a joy for ever”: una cosa bella es una cosa para siempre.
Winston Orrillo
La Calera, Lima, Invierno de 2007
miércoles, agosto 01, 2007
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