MORAL BÁSICA FUNDAMENTO DE TODA ÉTICA. LA ÉTICA DE LA NATURALEZA Y LA ECOLOGÍA. XVI
Por Félix Sautié Mederos
E-Mail: fsautie@yahoo.com
Desde Cuba
Ética Política, Cristiana y Revolucionaria
En esta serie dedicada a la Ética Política, Cristiana y Revolucionaria les he estado escribiendo sobre la moral y la ética correspondiente que se relacionan directamente con el desenvolvimiento de las personas en el devenir de la vida, pero la vida no es solo un estado propio de las personas sino que también la vida es inherente a la naturaleza en su conjunto que abarca a las demás especies del reino animal, vegetal y mineral así como al espacio cósmico dentro del cual nos desenvolvemos, tanto a lo referido al espacio en sí mismo como a los demás elementos que se manifiestan objetiva y subjetivamente dentro de su ámbito específico.
Los avances que se han logrado en los estudios de la física y la química del espacio nos han permitido ganar una mayor comprensión del sentido holístico que se desarrolla en el Universo conocido, así como sobre la existencia del conjunto de leyes que con independencia de nuestra conciencia rigen en el desenvolvimiento de ese universo del cual hemos podido conocer su existencia hasta el presente, ya sea en los aspectos concretos que se nos han hecho evidentes como en el de las energías, las fuerzas y las leyes que tienen que ver con su existencia y su movimiento.
Los niveles del conocimiento científico nos han permitido hasta el presente conocer determinadas cuestiones muy importantes, que aunque no desveladas del todo posible, nos han facilitado tener en cuenta algunos principios básicos que resultan esenciales para lo que pudiéramos denominar los conceptos y las normas de que deberíamos conocer en lo referido a nuestras relaciones con el medio dentro del cual nos encontramos inmersos.
Este tema de la realidad y del Universo es muy extenso y apasionante, por lo que solo voy a referirme a los aspectos básicos desde los cuales deberíamos partir para plantearnos una Ética Política, Cristiana y Revolucionaria que establezca las normas, así como los parámetros justos y adecuados que deberían regir nuestra conducta en relación con ese universo y con el medio ambiente dentro del cual vivimos.
Entre los conceptos y las normas que hasta el presente conocemos o hemos descubierto en relación con el Universo se encuentra el movimiento permanente como fuente de toda la energía que da vida al universo y las leyes que rigen ese movimiento, que se desenvuelven conjuntamente con el sentido de la incertidumbre periódica que hemos podido conocer debido a los aportes que han hecho los estudios fundamentados a partir de los descubrimientos de la teoría de la relatividad por parte de Einsten y del ulterior desarrollo logrado por la física cuántica que supera el concepto mecánico de la gravitación universal newtoniana y que ha permitido el enunciado de la Teoría General de Sistemas, de la Teoría de la Cuerda y de otras más que actualmente tienen gran importancia para una mejor comprensión del mundo que nos rodea. Además, quiero hacer un énfasis muy especial en la importante acción que dentro de todo este conjunto tiene la Ley de Causa Efecto que, para el concepto de muchos entre los que me encuentro incluido, es quizás la ley más importante de todas las demás leyes, desde la cual se genera también el movimiento y además acciona sensiblemente sobre la interacción que se manifiesta decisivamente en el Universo.
Estos descubrimientos asombrosos que la ciencia contemporánea ha puesto ante nosotros, aparecen expresados y/o pronosticados en antecedentes, anuncios y descripciones que en el tiempo han planteado los místicos; incluso de diversas tendencias religiosas, que por distintos caminos han llegado a concordar con los descubrimientos de la más moderna física y química contemporánea. Tenemos que según Einsten el principio y el fin de la velocidad de la luz son un mismo momento, mientras que San Agustín habló de un Dios en movimiento que está siempre creando el universo; Teilhard de Chardin desarrolla el criterio del Cristo en formación permanente; el maestro Eckhart planteó que “el instante en que Dios creó el primer hombre, el instante en que habrá de perecer el último, el instante en que estoy hablando, son todos iguales en Dios y no son sino un solo instante”. Además tenemos que en la dirección de este análisis el especialista español José Diez Faixat en su libro “Entre la evolución y la Eternidad” publicado por la Editorial Kairos 1996, página 24, Barcelona nos dice que: “Dados los evidentes paralelismos entre las afirmaciones entre los místicos y los relativistas ( se refiere a los que parten de la teoría física de La Relatividad y no a los relativistas desde el punto de vista filosófico, lo que considero una aclaración muy importante que debo plantear en este tema de ética) sobre una perspectiva ‘instantánea’ de la ‘totalidad temporal’, resulta inmediato sospechar la posibilidad de que los ‘iluminados’ cuando perciben la realidad como un océano atemporal de radiante lucidez que abraza la totalidad del proceso del tiempo, están realmente buceando en este nivel atemporal de energía luminosa. Podríamos decir, entonces, que la realidad radical del universo es un instante eterno que admite un sinfín de perspectivas temporales.” (Fin de la cita). Mientras que en las páginas 38 y 39 plantea otros conceptos al respecto que considero muy importantes que se tengan en cuenta para analizar el tema de la Ética: “…En muchos terrenos de la ciencia empírica están aumentando con gran rapidez las pruebas de que todos los sistemas dinámicos –físicos, biológicos o socioculturales- desarrollan pautas similares de comportamiento evolutivo, y una y otra vez repiten los mismos mecanismos en diferentes niveles de la realidad. Los datos acumulados muestran de forma inconfundible, que la evolución de estos sistemas dinámicos no sucede de modo uniforme y continúo con el paso del tiempo, sino que a saltos relativamente bruscos y repentinos. Cualquier sistema dinámico alejado del equilibrio puede salir de su estado constante al cambiar sus parámetros ambientales. Cuando ocurren cambios de esta especie, los sistemas entran en una fase transitoria caracterizada por la indeterminación, la aleatoriedad y cierto grado de caos. (El término caos antiguamente significaba desorden y confusión, pero hoy en día se usa para hablar de clases de orden complejos, ultrasensibles y sutiles) una entre numerosas fluctuaciones internas posibles, se amplifica y la fluctuación amplificada se difunde con gran rapidez, domina el nuevo régimen dinámico del sistema y determina su nuevo estado estable. (En los sistemas dinámicos se denomina ‘bifurcación’ a estos súbitos cambios de dirección en la manera que los sistemas se desenvuelven). En la mayoría de los casos los sistemas muestran una definida clase de pauta, pero en determinados puntos críticos tienen lugar bifurcaciones ‘catastróficas’ en las que desaparecen los ‘atractores’ que definen la pauta saliente y aparecen ‘caídos del cielo’ , los que definen el nuevo estado estable. (Se llaman ‘atractores’ a las regiones del diagrama hacia las que son atraídos los puntos representativos del movimiento del sistema). “(fin de la cita)
Aquí solo quisiera señalar que al estudiar estos problemas a profundidad podemos comprobar que, como personas somos sólo una minúscula partícula en el Universo aunque íntimamente relacionada con el todo, pero que a la vez constituimos también una partícula muy importante dado el maravilloso don del libre albedrío y de la posibilidad de ser cocreadores en plena libertad de opción incluso para destruir a la propia naturaleza de la cual formamos parte. Esto es algo que constituye la más sólida fundamentación de la necesidad de tener en práctica una ética concreta en relación con la naturaleza de la cual formamos parte y muy especialmente parte activa.
En este orden de pensamiento tenemos que múltiples autores en los últimos tiempos se han referido a la posibilidad de que los propios seres humanos seamos quienes en definitiva, por nuestra inconsciencia al respecto, destruyamos a la naturaleza. En estos momentos se están presentando anomalías y señales que nos significan que esta posibilidad es algo que ya se encuentra en ejecución.
El teólogo José María Maldones en su libro titulado “¿A dónde va la religión? Cristianismo y religiosidad en su tiempo. Editorial Sal Térrea. Presencia Social. España 1996, nos habla de esta posibilidad y dice en síntesis que “…corremos el riesgo de aniquilar la vida. La biosfera está en peligro si no cambiamos de estilo de vida. La naturaleza no es un objeto externo sino que es algo a lo que pertenecemos indisolublemente. Ecología profunda que plantea un todo único y armónico donde el hombre es la vida consciente, anómala, enferma. La solución reintegrarse a la simbiosis del todo, donde el todo de la naturaleza se plantea con rasgos divinos.”
En este orden de cosas, recojo una importante propuesta que el Padre Evaristo Villar director de la Revista Éxodo que publica en Madrid el Centro Evangelio y Liberación, nos plantea en su libro “La Tierra Casa Común” publicado por la Editorial Nueva Utopía con motivo del Jubileo del año 2000, en donde nos expresa algunas cuestiones que considero de gran importancia en relación con este tema encaminado a formular un conjunto de principios esenciales que den base a una Moral y una Ética de la Naturaleza y la Ecología, los que cito en extenso a continuación para su análisis y estudio en específico, de acuerdo con el análisis bíblico que al respecto del tema que realiza el padre Evaristo Villar:
“Vinculación vida humana-tierra: se desprende una relación íntima entre la
vida humana y la tierra. A semejanza de la religación que el ser humano
mantiene verticalmente con Dios, existe otra religación con la tierra. Ser
humano y tierra están invitados al mismo descanso sabático. Se intuye,
pues, una gran alianza de fraternidad en servicio de la vida, que es lo
verdaderamente absoluto. Como casa de vida, la tierra es condición de
posibilidad de todas las vidas. Como estrechamente religada al ser humano
mantiene antes una vinculación radical con la vida asociada, en común, en
pueblo, que son el mero interés particular y privado…” (Página 66)
“La vida sometida y las mediaciones : tierra y ser humano se sienten
sometidos a la misma lógica de explotación y sometimiento. El
mismo grito de liberación que surge de la entraña del ser humano frente a la
esclavitud, se deja oír en la tierra frente al expolio. ¿Habrá algún muro
capaz de detener el genocidio del hombre y el genocidio de la tierra? Ahí
están las instituciones sabáticas y jubilares con esa intención, ahí están sus
leyes que se van transformando con el paso del tiempo. Necesarias y éticas,
mientras protegen a la comunidad frente al etnocidio y a la tierra frente al
instinto devorador o biocidio…” (Página 67)
Y para culminar con las citas del libro del Padre Evaristo Villar, ahora les transcribo dos actitudes que dentro de la “Opción Profética” que nos plantea en lo referido al tema de La Tierra Casa Común expone y cito textual de nuevo:
“La ética del cuidado, en primer lugar, pues según el filósofo Martín
Heidegger en el cuidado reside la esencia del ser humano. El cuidado
expresa una forma de ser y de estar en el mundo. El cuidado tiende una
relación amorosa con la realidad y con cada ser en particular. No mira a
las cosas como seres opacos, ni a las personas como objetos sino como
sujetos que tienen una historia, una vida. No pretende poseerlos ni
dominarlos sino que pretende entrar en relación y en comunión con ellas.
El cuidado salva y protege a la vida. El cuidado representa una actitud fina,
elegante y amorosa, con la sociedad y con las cosas. Desde una visión
cristiana, el cuidado fue el único encargo que el samaritano dejó al
posadero para con el herido en el camino: ‘cuida de él’ (Lc. 10,35). Porque
en realidad amamos lo que cuidamos y cuidamos lo que amamos” (Páginas
76 y 77).
“La ética de la responsabilidad, que se ‘hace cargo’ de la necesidad de
poner límite a nuestros deseos de desarrollo y consumo que explotan los
ecosistemas y oprimen a los pueblos. La responsabilidad llega por la
recuperación de los vínculos de consanguinidad con todos los que
convivimos en la misma casa, en la misma tierra. Llega por la recuperación
del respeto a todas las formas de vida y el sentido de la justa medida que
era la regla de oro de los antiguos. Nada en exceso, nada en demasía. Para
no agotar los recursos de la tierra para no causar violencia a los más
débiles…” (Página 77)
Las razones y las esencias que determinan sobre la necesidad de plantearnos una Ética de la naturaleza y la Ecología entre otros muchos más parten de estos principios esenciales que he seleccionado a los efectos de plantearles la necesidad de hacer un estudio profundo al respecto que nos permita razonar la urgencia de extender y poner en práctica una conciencia moral y ética en relación con la tierra como Casa Común y la ecología capaz de mantener el necesario balance que determina sobre la estabilidad del Universo en proyección hacia el futuro, cuyos caminos y vías estamos en la obligación de allanar y propiciar con vistas al disfrute de nuestros hijos, nietos y demás descendientes.
Finalmente hay un hermoso soneto de Don Pedro Casaldáliga titulado Después del diluvio, en el que desde el punto de vista místico nos resume una actitud de enfrentamiento por la vida para evitar un desastre mayor que el diluvio que podría provocarse de continuar con la expoliación de los seres humanos y de la Casa Común.
NOS QUEDA todavía la paloma
Las aguas de la insania volverán
al cauce de la vida, y el aroma
de nuestra piel será de tierra y pan.
Nos quedan la paloma y la protesta
frente a las seducciones de Wall Street;
la alianza del jardín y la foresta;
los salmos y la honda de David;
la risa de los niños desarmada;
el viejo catecismo de la azada;
la cara de la Paz ¡ y su reverso!;
la mano que te doy, la que me tiendes,
la voz de Raboní, mi pobre verso,
¡tu corazón herido, Chico Mendes!
miércoles, octubre 03, 2007
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