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Sazón para el debate que no concluye
Por: Carlos Lage Codorniú*
Correo: digital@jrebelde.cip.cu
09 de diciembre de 2007 00:11:07 GMT
Desde este suelo Carlos Manuel de Céspedes inició las luchas de los cubanos por su independencia. Con sangre de muchos de nuestros hijos, nos libramos de amos coloniales e imperiales, pero el combate continúa buscando toda la justicia y la libertad posibles. Una Revolución es una fuerza liberadora en constante generación, que aspira a preparar a hombres y mujeres para encarar el mundo gracias a su cultura, su eticidad y la capacidad de pensar por sí mismos y transformar su sociedad.
No es fortuito que a 85 años de historia y en un momento definitorio para el futuro de Cuba, la FEU decida lanzar desde aquí una convocatoria a pensar y continuar. En la Campana de La Demajagua se concentran la cubanía, la rebeldía y la vocación de los cubanos de ser siempre dueños de su propio destino. Por todas las provincias de Cuba andará desde hoy y hasta el día de nuestro cumpleaños una campana-símbolo, y desde lugares sagrados que recuerdan la historia Patria, los jóvenes universitarios y el pueblo al que pertenecemos vamos a recordar similar osadía de Fidel hace 60 años.
Pero no queremos que este recorrido sea solo para alzar banderas o pronunciar aderezados discursos, para congregar jóvenes y multitudes. Todo ello no basta si no convoca a pensar, a debatir. De qué valen tribunas y multitudes si no trascienden el propio momento del acto. De qué valen conmemoraciones si no llaman a nuestra gente a transformar, tocan sus fibras, motivaciones, sensibilidades revolucionarias. Una razón como la que hoy nos convoca merece que cada voz llame a pensar en nuestros símbolos, cómo nos trajeron hasta aquí y cómo nos ayudarán a asumir el futuro, merece que no se vaya nadie sin sentir un compromiso superior.
Hace 60 años lo hizo Fidel y convocó a la unidad para enfrentar al régimen tiránico. Y no ha habido tarea más perdurable y decisiva para los cubanos que la lucha por la unidad, no hubo tarea más ardua y definitoria para Martí y Fidel que lograr la unidad de los hombres y mujeres para hacer la Revolución. Aun después del triunfo sigue siendo esta nuestra principal búsqueda, ante los peligros imperiales y ante los retos de construir una sociedad con barro de virtudes y errores humanos.
Si es aún nuestra principal búsqueda, sería bueno pensar o al menos lanzar al debate qué entendemos por unidad.
La unidad entre generaciones, para saber que nos debemos a un proyecto como jóvenes, desde las diferencias; pero que por muy revolucionario y auténtico no puede ser desde la negación de la conexión indispensable con las generaciones que hicieron la Revolución. Allí están nuestras fuentes fundamentales, en sus ideas y todas las ideas que forjaron nuestra nación.
La unidad de la Revolución para seguir adelante. Hasta aquí llegamos juntos y debemos seguir juntos. Al pasado de sumisión no queremos regresar, pero el futuro, lleno de certidumbres e incógnitas debe ser debatido, construido y sentido por todos, debe tener cabida para todos, absolutamente todos los cubanos.
La unidad para reconocer en todos los buenos intentos la fortaleza de la Revolución. Todo aquel que esté haciendo algo útil ha de sumarse. Han de fundirse todas las buenas experiencias. Por osada que sea, si tiene por bien avanzar hay que incorporarla. La unidad para sumar a los que vacilan y no renunciar a debatir con quienes se contraponen. La unidad que se entiende en intentar que todos estén de nuestro lado, porque solo con el concurso mayoritario del pueblo, podremos seguir avanzando.
La unidad de ser consecuentes, la de combatir toda traba, todo esquema, todo lo que dañe por obsoleto o incoherente nuestro avance, de enfrentar enérgicamente todo lo que reste y desmovilice. De eso hay mucho hoy, y a eso nos llamó Raúl también este 26 para afianzar el debate al que debimos asistir cuando Fidel en el Aula Magna alertó del peligro en nuestros propios errores.
La unidad del consenso sobre la unanimidad, del debate no para coyunturas sino para la vida diaria, para la participación ciudadana, para la dirección colectiva, para fortalecer las instituciones revolucionarias. La unidad de respetar todos los criterios por igual, el del intelectual y el del universitario, el del campesino y el del obrero portuario.
La unidad en seguir defendiendo y construyendo nuestro proyecto, en la búsqueda de la consonancia del proyecto social y el proyecto individual de los cubanos, en la búsqueda de la felicidad dentro del Socialismo y el bien común.
Mucho se está jugando hoy en Cuba y mucho se espera de los jóvenes. Que esta Campana de dignidad sea tributo a nuestra historia, nuestras raíces, la dignidad y la hidalguía que nos trajo hasta aquí. Que ese tributo sirva para encontrar fuentes a las soluciones de nuestros retos de hoy. Sin ingenuidades ni falsos populismos hay que asistir al debate convocado por Raúl, que es el debate de todos hoy, no para plantearnos soluciones cosméticas sino aquellas que nos lancen a una vida de constante renovación de nuestro proceso como toca a la Revolución verdadera que somos.
La primera que debe mirarse hacia adentro es la FEU. Mucho espacio abrió para el debate de nuestros problemas y nuestras preocupaciones sobre la sociedad cubana el VII Congreso. El Congreso abre un camino, pero no aporta todas las soluciones o resuelve toda la discusión.
Aún hay mucho por discutir y mucho por hacer, por tener una organización que influya sobre los universitarios y se acerque y se parezca a ellos, que entienda la urgencia de cambiar fórmulas para convocar y hacer política acorde con nuestra generación, nuestros códigos y nuestros tiempos, que incorpore un discurso inteligente, rebelde, comprometido y capaz de llegar y convocar, que entienda su relación a la vez de aliada y contraparte de las instituciones en la Revolución, que se parezca a su diversidad y defina principios y líneas, que sea más intransigente que nadie en el combate a lo mal hecho, a lo absurdo, a lo verdaderamente contrarrevolucionario, que encuentre en la cultura y el conocimiento la única forma de incorporarnos responsablemente en el debate y la acción por el futuro de Cuba, que no olvide nunca su responsabilidad primordial en el respeto a los derechos de los estudiantes y la exigencia en el cumplimiento de sus deberes.
Esa es la FEU que necesita la Revolución, una FEU anclada a su historia y sus tradiciones que cree y transforme por sí misma, que tenga voz de vanguardia y autenticidad en el concurso de todos los actores sociales que armónica y contradictoriamente construyen nuestro proceso. Para trasformar la sociedad mejor que queremos, empecemos por nosotros mismos. Recordemos que todo cuanto, bueno y malo, incorporemos en estos años, cual cultura de hacer Revolución y construir el proyecto común, lo reproduciremos después al incorporarnos como profesionales a cualquier pequeño pero definitivo renglón social.
Una campana es un símbolo, pero en este mundo virtual son fundamentales los símbolos y primordiales para la sociedad que aspiramos aquellos que nos hablan de nuestra historia. Démosle sustancia a esa caravana que ahora parte, que nos hará pensar una vez más, buscar sazón para el debate que no concluye mientras queden temas inconclusos, hallar en la contraposición de argumentos, soluciones e inyección para hacer, y encontrar (lo que nunca debe faltar a los revolucionarios) ganas de amar y motivaciones para seguir intentando, todos juntos, sueños imposibles.
¡Viva el Socialismo!
¡Viva la Unidad!
¡Viva Cuba Libre!
*Discurso pronuciado por el Presidente de la FEU en el acto de inicio del recorrido de la campana independentista por lugares históricos de nuestro país.
miércoles, diciembre 19, 2007
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