martes, diciembre 25, 2007

¿SERA PETRAS UN ULTRARREVOLUCIONARIO? ¿O SERA OTRA COSA?

Sobre algunos falsos teóricos y revolucionariosEnviado por: FARABUNDO-VIVE en 25 Dic, 2007 - 02:45 Noticias
Desde que surgieron las primeras organizaciones del proletariado en Europa, en los años treinta y cuarenta del siglo XIX (cartistas y tradeuniones en Inglaterra, ludistas en Inglaterra, Francia y Alemania, la Liga de los Miserables y la Liga de los Justos en Alemania, etc.), la llamada izquierda ha tenido cuatro corrientes: La reformista, la anarquista, la ultraizquierdista y la verdaderamente revolucionaria.
Por: César Augusto Sención
Desde que surgieron las primeras organizaciones del proletariado en Europa, en los años treinta y cuarenta del siglo XIX (cartistas y tradeuniones en Inglaterra, ludistas en Inglaterra, Francia y Alemania, la Liga de los Miserables y la Liga de los Justos en Alemania, etc.), la llamada izquierda ha tenido cuatro corrientes: La reformista, la anarquista, la ultraizquierdista y la verdaderamente revolucionaria.
Lo que caracteriza a cada corriente es, principalmente, la postura frente al Estado y el programa de transformaciones sociales que pretende aplicar.
* Quien es reformista no quiere controlar el Estado, sino reformar el sistema controlado por la burguesía. El programa de reformas, por supuesto, no es malo, pero no socava al sistema.• Quien es anarquista no quiere controlar el Estado, porque éste es un instrumento de represión. Su programa consiste en destruir el Estado mediante un boicot universal (no tomes Coca Cola).• Quien es ultraizquierdista (o ultrarrevolucionario) quiere controlar el Estado, pero no mediante la acción organizada del pueblo, sino agitando a la población con frases aparentemente radicales y carentes de respaldo popular. Al igual que San Juan, el ultraizquierdista cree que el principio es el verbo y que éste era y sigue siendo Dios.• Quien es revolucionario procura, junto al pueblo, controlar el Estado y ponerlo al servicio del proletariado y de otras clases y capas sociales oprimidas. Su finalidad es destruir el orden burgués y abrirle paso a una sociedad sin clases y sin Estado, que solo en el largo plazo y mediante la revolución mundial. El revolucionario no se aferra a una sola vía para tomar el poder (insurrección, guerra, elecciones, etc.), sino a lo que determinen las circunstancias nacionales e internacionales. Y para expropiar a la burguesía, también toma en cuenta factores nacionales e internacionales. Para él, lo fundamental no es la rapidez o gradualidad del programa, sino la toma y mantenimiento del poder y el rumbo del proyecto. Ir rápido no es más revolucionario que ir despacio. Al revés tampoco. Todo depende de la realidad sobre la que se actúe.
Durante la primera Internacional (1864-1876), Marx, representante de la corriente revolucionaria, polemizó con reformistas y anarquistas y ultraizquierdistas. Los anarquistas hasta fueron expulsados por divisionistas. La segunda internacional (1889-1914) tuvo las mismas corrientes (Berstein, Lenin, etc.). Lenin escribió varios artículos contra el anarquismo, un libro contra la desviación de derecha que apoyó la primera guerra mundial (“La Bancarrota de la Segunda Internacional”) y un libro contra la desviación de izquierda (“La Enfermedad Infantil del Izquierdismo en el Comunismo”). La grandeza de Lenin consistió en mantener el equilibrio, o sea, en actuar como verdadero revolucionario.
Pues bien, lo que acontece hoy en la izquierda mundial no tiene nada de novedoso: seguimos con reformistas, anarquistas, ultraizquierdistas y revolucionarios. Sin embargo, por ahí andan unos supuestos intelectuales y analistas que, sin ser revolucionarios, hábilmente se colaron en ese agrupamiento. Se trata de gente que influye en algunos grupos de izquierda que se desvían en direcciones diferentes.
Uno de esos “analistas” es el señor Heinz Dieterich, reformista que recientemente descubrió una fórmula infalible para hacer el socialismo. Según este “teórico” alemán, para llegar al socialismo solo se necesita que una mercancía hecha en una cantidad de tiempo (valor) tenga el mismo precio que otra mercancía hecha en la misma cantidad de tiempo. A eso le llama economía de equivalencias. Según Dieterich, si eso se hiciera, por ejemplo, en Venezuela, se eliminaría la explotación (ganancia) y comenzaría el socialismo.
Leámoslo: La forma de propiedad en los medios de producción no tiene mayor importancia para la realización del principio de equivalencia para una primera fase en la transición hacia la economía equivalente. Sin embargo, en la medida en que la economía equivalente venza la economía de mercado, desaparecerá la ganancia y la propiedad privada de los medios de producción perderá su base, se eliminará por sí sola. (Ver “El Socialismo del Siglo XXI. Sobre la economía planificada de equivalencias.”).
O sea, que un “intercambio justo” (mercancías vendidas a un precio equivalente a su valor) eliminaría el mercado, la ganancia y la propiedad privada. En otras palabras, la mercancía vendida a un precio que refleje su verdadero valor no le daría ganancia al burgués, aunque él, y no el proletario, sea el dueño de los medios de producción y del dinero proveniente de la venta. Si Dieterich tuviera razón, no habrá que suprimir la propiedad privada capitalista para hacer el socialismo. La equivalencia liquidaría la ganancia y el capitalismo. El reformismo económico sería la vía para eliminar el sistema.
No es casual que Dieterich haya dicho que el voto por el Sí en el reciente Referendo de Venezuela, era el “mal menor”. Claro, si el socialismo se construye mediante la equivalencia entre el precio y el valor de las mercancías, para qué se necesita transformar el Estado o introducir nuevas formas de propiedad. Al menos debemos admitir que Dieterich es coherente en sus errores. También hay que reconocer su capacidad de imaginación. Pues ni la teoría de la creación ha sido tan fantástica como la de las equivalencias. Pero nadie se vaya a creer que semejante simpleza sea inofensiva. No. Hay mucha gente que sigue al “teórico del socialismo del siglo XXI”, quien tiene asegurados charlas, publicaciones y halagos. Dieterich sí que se la montó bien. Su verdadera habilidad consiste en vender una imagen de erudito, para lo cual emplea un lenguaje cargado de referencias históricas y, sobre todo, confuso, en parte adrede y en parte por sus deficiencias teóricas.
Otro “teórico” de moda es James Petras, quien a diferencia del alemán no cree en las reformas, sino en la radicalidad abstracta, fuera de la realidad social. Si Dieterich no quiere que se expropie a la burguesía, sino que se le pida que venda a un determinado precio (parece que sin ganancia), el segundo quiere que la expropiación se haga de inmediato. A eso se debe que “sufra” tanto con la lentitud de los gobiernos de Venezuela y Bolivia. Claro está, a diferencia de Dieterich, que es un “creador”, Petras nada aporta, pues expropiar rápido fue lo que se hizo en Rusia y en otros países que retornaron al capitalismo.
Tres meses antes del golpe de abril de 2002, Petras afirmó que el presidente de Venezuela es un nacionalista liberal de rasgos populistas que no ha realizado ninguna reforma profunda en Venezuela. Y para que no quedaran dudas sobre lo que pensaba de Chávez, agregó que “la tragedia es precisamente que cuenta con un gran apoyo popular”. (Ver “Exposición en el Foro Social de Porto Alegre, enero de 2002.”).

En otras palabras, Chávez no sirve para mucho y es un problema para Venezuela, pues sin hacer ni siquiera reformas importantes, tiene engatusado al pueblo.
Para Petras, los cambios en el sistema político venezolano, operados entre los años 1999 y 2002, no llegaban ni a reformas profundas. El proyecto revolucionario había liquidado el viejo sistema político y Petras no se daba cuenta. Además, para él no importaban las fuerzas que apoyaban a Chávez ni el contenido de clase del gobierno. Él solo quería reformas económicas.

Su despiste era tan grande, que ni siquiera se percataba del boicot que fraguaba la burguesía para frenar las leyes (reformas económicas) que entrarían en vigencia en enero de 2003.
A diferencia de Petras, la burguesía venezolana y el imperialismo no se creyeron que Chávez fuera un simple liberal. El “marxista” resultó menos vivo que los grandes burgueses. Y para mayor desgracia suya, Chávez continúa con un enorme apoyo popular.
Pero nadie crea que el retorno de Chávez al gobierno, tras el golpe de 2002, ni su victoria en el referéndum revocatorio de 2004, tranquilizó a Petras. Nada de eso. El “teórico” volvió a la carga y nos dijo que: una derrota del imperialismo no significa necesariamente una transformación revolucionaria, ni conduce a ella, como lo demuestran las declaraciones postelectorales de Chávez dirigidas tanto a Washington como al gran capital. Un elemento más indicativo de las políticas chavistas es el próximo acuerdo de inversión de 5,000 millones de dólares celebrado con Texaco-Mobil y Exxon para explotar los campos petrolíferos y de gas del Orinoco. La euforia de la izquierda le impide ver las oscilaciones del discurso de Chávez y del modelo heterodoxo de asistencia social y de políticas económicas neoliberales que practica constantemente. Ver “El presidente Chávez y el referéndum: mitos y realidades”, www.rebelión.org).
¿Y qué entiende Petras por neoliberalismo?

Esa doctrina propugna por reducir la intervención del Estado en la economía y ampliar el rol del mercado como regulador de la actividad económica. Cuando dicha doctrina se aplica a través de un programa, hay privatizaciones, eliminación de subsidios, “libertad” de precios, reducción de trabas a las importaciones (apertura externa) y reforma tributaria regresiva, o sea, sustentada en impuestos al consumo. Para el año 2004, en Venezuela ocurría justamente lo contrario.
La aparente postura de Petras es la del típico economicista, que reduce la política a la economía. No hay que aceptar ninguna inversión extranjera porque eso es hacerle el juego a la burguesía, nos dice el ultrarradical. Alguien debería pedirle a Petras que leyera la Nueva Política Económica aplicada durante los primeros años de la Revolución Rusa, cuando Lenin era Jefe de Estado. Lo importante para Petras no son los intereses de clases de un gobierno ni su rumbo estratégico, sino la adopción de una determinada medida, no importa si ésta fuera táctica o temporal.
En mayo de 2006, Petras continuó el ataque. Criticó que los gobiernos dirigidos por Chávez y Evo Morales (que tenía tres meses de iniciado) no hayan abolido los principales elementos de la producción capitalista, es decir, los beneficios privados, la propiedad extranjera, la repatriación de beneficios, el acceso al mercado de suministro de gas, energía y otros bienes primarios, ni tampoco han vetado por ley futuras inversiones extranjeras. Ver (“Petras, Evo, Chávez y el Imperialismo, Rebelión.org). ¡Grandioso Petras! Hay que expropiar de sopetón a la burguesía, nos decía, como lo hicieron los bolcheviques. La realidad momentánea de Venezuela y Bolivia no cuentan. Solo la teoría de Petras es la guía para la acción.
En marzo de 2007, Petras se declaró partidario de la izquierda radical. Para él, por supuesto, como para todos los ultraizquierdistas reales o aparentes, el radicalismo es verbal. Aunque una organización no levante cabeza (y no nos refererimos a las que mencionó Petras en su escrito), no avance y sea eterna minoría insignificante, es radical si lo dice con un pronunciamiento. Al sistema, obviamente, no le preocupa esa organización anquilosada, pues no es una amenaza para él. Petras, en cambio, se siente feliz con ese radicalismo estéril.
En el artículo donde se declaró radical, habló de la existencia de una “izquierda pragmática”, a la que pertenecía Fidel Castro. Le llamó pragmática porque no hace un llamado a la expropiación del capitalismo ni al rechazo de la deuda ni a ruptura alguna de relaciones con Estados Unidos. También señaló que Castro abrió la puerta a inversionistas extranjeros de cuatro continentes en todos sus principales sectores de crecimiento. La paradoja es que mientras Cuba profundiza su integración al mercado capitalista mundial en la emergencia de una nueva clase de elites orientadas al mercado, la Casa Blanca incrementa su hostilidad ideológica (Ver “América Latina, cuatro bloques de poder”, Rebelión.org).
Esta es una verdadera joya. Resulta que Fidel no expropia ni rechaza la deuda externa. Peor aún, lejos de denunciar el bloqueo, Fidel debe romper con Estados Unidos unas relaciones que el imperio rompió hace más de 40 años.

Aún más, Cuba debe ser autárquica y salir por completo del mercado mundial ¿Y dónde vive Petras? El radical arrojó por la ventana y sin ninguna contemplación, los 45 años que tiene el gobierno de Cuba denunciando el bloqueo de Estados Unidos.
El 3 de septiembre de 2007, Fidel Castro publicó un artículo titulado “Los superrevolucionarios”, el cual estaba dirigido contra Petras, quien en un su artículo “Cuba: revolución permanente y contradicciones contemporáneas” (ver Rebelion.org), sugería, junto a algunas medidas neoliberales, que Cuba produjera etanol a partir de caña de azúcar, a fin de reducir la compra de petróleo. Aquí el radical de izquierda sacó las uñas y se montó en la política imperialista. En eso siempre termina el ultraizquierdismo.
En su escrito, Fidel preguntó: ¿Qué aconsejan a la Revolución? Y a continuación contestó: Veneno puro. Las fórmulas más típicas del neoliberalismo. ¿Y cómo es que un ultrarrevolucionario recomienda medidas neoliberales? Ese enredo solo es aparente, porque Petras no es un revolucionario. En una parte de su artículo, Fidel señaló lo siguiente: ¿Qué ocurre con los superrevolucionarios de la llamada extrema izquierda? Algunos lo son por falta de realismo y el agradable placer de soñar cosas dulces. Otros no tienen nada de soñadores, son expertos en la materia, saben lo que dicen y para qué lo dicen. Es una trampa bien armada en la que no debe caerse. Reconocen nuestros avances como quienes conceden limosnas.

¿Carecen realmente de información? No es así.
Les puedo asegurar que están absolutamente informados. En determinados casos, la supuesta amistad con Cuba les permite estar presentes en numerosas reuniones internacionales y conversar con cuantas personas del exterior o del país deseen hacerlo, sin traba alguna de nuestro vecino imperial a sólo 90 millas de las costas cubanas.

El viejo revolucionario le dio duro.

¿Será Petras un ultrarrevolucionario? ¿O será otra cosa?
csvillalona@gmail.com

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