sábado, diciembre 01, 2007

¿Ser o no ser Abakuá?

Puesto por Marcelo Sanchez
América Latina - Izquierda a debate - Memoria histórica - Opinión ¿Ser o no ser Abakuá? Dilemas de la intelectualidad, la izquierda y la revolución. Ante las agresiones que sufre el proyecto bolivariano en Venezuela y los proyectos de izquierda en general, por parte del imperialismo, debemos alinearnos y proteger dichos procesos. La arrogancia de ciertos intelectuales de izquierda les lleva a "desmarcarse" en momentos claves como los presentes. Humberto Miranda Lorenzo de GALFISA // Instituto de Filosofia, La Habana (Para Kaos en la Red) [01.12.2007 18:08] - 51 lecturas - 0 comentarios
En estos días, no digo nada nuevo, el mundo está que arde. El polémico “2D” en Venezuela, Evo medio acorralado en Bolivia, Lula y Tabaré que se callan (aunque sea a otro a quien dan la orden) Centro América que firma tratados en bloque de “libre comercio” (como si tal cosa existiera) los debates en Cuba cada vez son más agudos, el dólar, como el papalote de cae, cae, cae, cae, por 15000 (se dice) van las bajas gringas en Irak, se prepara una invasión a Irán, Europa se divide, en Francia los jóvenes se revuelven contra el sarcoma de Sarkozy. Inundaciones, terremotos, calentamiento global, recesión… ¿Sigo?
La trepidante realidad venezolana está en el vórtice del huracán. Una operación tenaza que ya perdió el factor sorpresa está en marcha, lanzada por el archienemigo del progreso hoy, los Estados Unidos, esa sociedad cuyo “orden” depende del caos en el resto de las sociedades y con énfasis en su “traspatio natural”, América Latina.
Estamos asistiendo a momentos difíciles, de parto, de vida y muerte, “gloriosos”, me parece estar escuchando a Fidel cada vez que se presenta una coyuntura de esta índole. Son momentos de definiciones. Momentos que no descartan un análisis crítico constante, un pensamiento crítico permanente. Pero son, también, momentos de alinearse y defender los proyectos en los que creemos sin estar poniendo condicionamientos.
Nací, crecí y me formé en un barrio pobre de La Habana, Marianao, en los bordes del famoso Pogolotti. Allí las llamadas religiones “afrocubanas” (y lo menciono así, porque ese enfoque no está exento de la influencia norteamericana que pretende polarizar y dividir la nuestra y sus ideas) son básicas y naturales. Hay una secta, los Abakuás, una de cuyas características siempre me ha llamado la atención. Es la ética de incondicionalidad con los amigos, sobre todo en las horas difíciles. Y no puedo negar que ese comportamiento ha influenciado toda mi vida. A los amigos, aunque haya que criticarlos todo el tiempo, se les defiende incondicionalmente ante los enemigos jurados.
Algo similar sucede hoy con Venezuela, con Bolivia, con Ecuador, con Nicaragua, pero sobre todo, con Venezuela, Chávez y el proyecto bolivariano. Hay que salir en su defensa, no permitir que los toquen, y hacer los balances críticos necesarios a su debido tiempo (y con carácter permanente, no se equivoquen quienes no quieren que los revolucionarios discutamos y critiquemos). Lo digo así, diáfanamente, porque de pronto medios de izquierda se repletan de análisis de izquierda, hechos por prestigiosos intelectuales de izquierda, en los cuales la paliza a la propuesta de izquierda no puede ser más apabullante. Con amigos así, para qué queremos enemigos.
El caso más sonado parece ser Dietrich y su indefinido socialismo del siglo XXI. Sin embargo, cuántos de nosotros no hemos escuchado, desde las posiciones más “ortodoxas” las más increíbles críticas y diatribas contra Chávez en medio del fuego cerrado y del cerco en que está el proyecto socialista en Venezuela.
El imperialismo está invirtiendo cuantiosos recursos y toda su maquinaria de inteligencia, militar, diplomática, política, subversiva y mediática para derrocar a los pueblos. Y de pronto veo cómo la soberbia y la arrogancia de ciertos y ciertas intelectuales de izquierda hacen “la pala”, como dirían en el mencionado barrio de Pogolotti, al imperio conciente o inconcientemente. A veces solo por el simple hecho del protagonismo, el “vedetismo”, la necesidad de hacerse sentir, o como lo catalogarían en Marianao, el complejo de “centro de mesa”.
Así que Chávez se busca problemas por su “incontinencia verbal”. Chávez no es un intelectual, dicen, (y en eso coincido, ese tipo de intelectual libresco y referativo, “riguroso” y academicista, no lo es y qué bueno que no lo sea, porque hasta donde conozco, no recuerdo muchos de ese tipo que hayan hecho revoluciones). No debió meterse en el proceso de paz en Colombia (como si no la tuviera en la frontera y los “paras” entrándole a desestabilizarlo constantemente), no debió interrumpir a Zapatero en Chile, quien, el pobre, hacía su “trabajo”. No es un “pensador”, y así, las diatribas desde la izquierda, pudieran hacer una nueva versión de la “Encarta”.
Cuando hablamos de “otro mundo mejor es posible”, debemos comenzar por pensar en “otro yo mejor posible”. Muchas veces, detrás de las descalificaciones a Chávez y el proceso venezolano por parte de algunos intelectuales de izquierda, está el recelo por no ser “protagonistas”, parte del “equipo asesor”, por haberlo sido, pero no ser ya tan tomados en cuenta. Muchas veces nos desmarcamos cuando la radicalización se nos acerca. Me recuerdo siempre de la “Canción en Harapos” de Silvio Rodríguez, “qué fácil es escribir algo que invite a la acción contra tiranos, contra asesinos, contra la cruz o el poder divino, siempre al alcance de la vidriera y el comedor”.
Esta es una hora de definiciones. La reacción mundial se alineó contra los pobres del mundo cuya cara más visible hoy en los medios es el proceso bolivariano en Venezuela y sus cambios constitucionales para más socialismo. Porque esa es la esencia de lo que pasa, más socialismo.
Hay que defender con la sangre si es preciso a nuestros amigos y hermanos. Hay que hacerle saber a nuestros enemigos que pagarán un precio muy alto si nos tocan. El tiempo de la crítica estará habilitado siempre. Pero para criticar a una revolución lo primero que necesitamos es tenerla y preservarla. El imperio no quiere revoluciones, eso es tarea nuestra.
Yo no practico ninguna religión, pero con Venezuela, con la revolución y en términos de mis amigos y amigas en general, creo no queda de otra que ser Abakuá.
Flores, diciembre 1ro 2007
Humberto Miranda LorenzoGALFISA//Instituto de FilosofíaLa Habana, Cuba.

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