viernes, septiembre 21, 2007

CONSEJO Y UN POEMA A HILLARY CLINTON

Consejo y un poema a Hillary Clinton



Por Carlos Lazo Leer Versión en Inglés
Confieso que siento admiración, respeto y hasta agradecimiento por Hillary Clinton.

La admiración y el respeto vienen dadas por la trayectoria social y política de la Senadora durante la mayor parte de su vida pública. Luchadora incansable por los derechos de niños, de mujeres y en general de los desvalidos, abogada infatigable para traer un poco de cordura al sistema de salud de los Estados Unidos y resolver el problema de los millones de ciudadanos que no cuentan con seguros médicos; desde muy joven, la ex-primera dama ha dejado claras sus posiciones progresistas en cuanto a mejorar las condiciones de vida de sus conciudadanos y a tratar de humanizar en alguna medida el sistema de "salvese quien pueda", de capitalismo salvaje, que como un cancer imparable va invadiendo las raíces de la sociedad norteamericana.
El sentimiento de agradecimiento que le profeso a Hillary, sin embargo, tiene un tono más personal. A mediados del 2005 yo era un soldado en servicio activo del ejército de los Estados Unidos y regresaba de Irak después de un año destacado en ese país como medico de combate. Al finalizar mi movilización me encontré que la administración Bush había recrudecido las restricciones de viajes familiares a Cuba el año anterior y este hecho me impedía visitar a mis dos hijos en la Habana. Ni mi condición de veterano, ni siquiera la eventualidad de que uno de mis hijos estuviera gravemente enfermo en un hospital de la isla, me permitió conseguir un permiso humanitario para visitar Cuba a mi regreso del medio oriente.
Mi gratitud hacia Hillary se debe a que ella junto con un grupo de alrededor de sesenta senadores, votaron "Si" cuando se trato de pasar legislación para que mi caso y otros tantos similares al mío pudieran ser resueltos y se estableciera un mecanismo que permitiera viajes familiares humanitarios a Cuba. Al final, la enmienda, que necesita del setenta y cinco por ciento del voto senatorial, no consiguió la mayoría requerida, pero Hillary ese día conquisto un lugar especial en mi corazón.
Fue por lo tanto una sorpresa desagradable, que en días pasados cuando el tema Estados Unidos-Cuba entro a formar parte del debate electoral, la senadora por Nueva York asumiera una actitud poco congruente con su historial de votos en el pasado y con lo que creemos son sus valores éticos y humanos. De improviso aparecía una Hillary desconocida, prometiendo no mover un dedo y mantener el actual status quo de las relaciones de Estados Unidos hacia Cuba. Su posición la colocaba en total disonancia con la de la mayoría de los contendientes de su grupo para la nominación presidencial.
Después del disgusto y del asombro inicial entre los que hemos sido victimas de la actual política y luchamos día a día para cambiarla, entre los que vemos en Hillary y en cualquier otro candidato progresista una razón de esperanza para traer un poco de cordura a lo que ha estado equivocado por tantos años, pues vinieron los cuestionamientos. ¿A que se debía, nos preguntábamos, esa posición de la Senadora? ¿Que había detrás de una actitud que se aleja no solo de la línea del partido al que ella pertenece sino también de la creciente tendencia del electorado de origen cubano en cuanto al deseo de darle un nuevo enfoque a la política exterior con respecto a Cuba? Cuando las ultimas encuestas sobre este tópico arrojan que una mayoría de cubano-americanos apoyarían un levantamiento de las restricciones de viajes a Cuba y conversaciones directas con el gobierno de la Habana no podíamos concebir que la Senadora por Nueva York asumiera una posición tan alejada de lo que dicta el sentido común y la decencia.
¿Seria acaso que la otrora valiente Hillary, quien había roto tantas lanzas en el pasado contra gigantescos molinos de viento en forma de intereses especiales, escogiera ahora seguir los pasos de la mayoría de los candidatos mediocres que la precedieron y optara volver a andar el camino trillado y repetir las frases vacías que salen de las bocas de los políticos mientras hacen campaña electoral en las calles de la Pequeña Habana cada cuatro anos? ¿Habría decidido, por temor a desatar las furias de un sector minoritario pero poderoso de nuestra comunidad y para perjuicio de los pueblos de Cuba y de los Estados Unidos, optar por lo mediocre y lo convencional y renegar de lo que muchos creemos son sus valores y principios? ¿Le habrían asesorado quizás, no echarse de enemigos a un reducido sector del exilio cubano que ha probado ser capaz de cambiar los resultados de las urnas en el pasado y ha conseguido hacer funcionar el proceso electoral norteamericano al estilo de una clásica república bananera?
Si el objetivo de Hillary Clinton era ganarse el apoyo de este sector hiper conservador y fanático me temo que sus esfuerzos no serán coronados por el éxito. Nada de lo que haga la esposa del ex-presidente Bill Clinton, y nada que haga ninguno de los candidatos demócratas, hará que en el futuro inmediato el bloque reducido y añejo de la emigración cubano-americana vote por ellos.
Este pequeño grupo vota por el partido republicano y si no, no vota.
No quisiera terminar esta suerte de análisis, sin mencionar un evento que pudiera ser esclarecedor en cuanto a lo que la señora Clinton realmente piensa acerca del tópico Cuba y acerca de los cubano-americanos ultra conservadores que hoy parecería querer cortejar. En la autobiografía de Hillary Rodham Clinton "Historia Viva" publicada hace alrededor de cuatro años hay un pasaje que ilustra el temor que la posible futura presidenta pudiera sentir de algunos elementos de la comunidad cubana en los Estados Unidos, específicamente de su sector más retrogrado y fanático. Los acontecimientos a los que hace referencia el libro se desarrollan durante un viaje de la entonces primera dama, a mediados de la década de los noventa a Sudafrica. El motivo del viaje, la toma de posesión del Presidente Nelson Mandela.
En su libro Hillary dice que uno de sus retos durante la tarde de la inauguración fue la presencia del mandatario cubano Fidel Castro. Ante la información de que Fidel quería conocer a Hillary, los asesores del Departamento de Estado le habían dicho a la entonces primera dama que debía evitar a toda costa un encuentro con el líder cubano, pues no existían relaciones entre los dos países."No puede darle la mano" le dijeron,"No puede hablar con el".
La candidata cuenta en su autobiografía que durante toda la velada estuvo tratando de buscar la barba gris del mandatario cubano entre el mar de dignatarios de diversos países. De pronto vio a Fidel Castro moverse hacia ella. La reacción de Hillary, según sus memorias, fue esconderse en una esquina de la habitación para evitar el encuentro. Admite en el mismo párrafo que se sintió ridícula por la actitud asumida. Agrega que incluso si se hubieran topado casualmente a Fidel, los anticastristas de la Florida le "saltarían a la yugular". ¿Hay que decir algo más, pregunto yo? ¡A confesión de partes, relevo de pruebas!
Después de lo narrado en este episodio de su autobiografía, ¿a quien le quedarían dudas de que la primera dama hubiera preferido el dialogo a asumir el papel bochornoso que la obligaron a representar?
También queda claro hasta que punto era una prioridad de política nacional para la administración norteamericana de turno no "ofender" a los extremistas de origen cubano del sur de la Florida.
Hoy, a más de trece años de esa desafortunada historia no quisiéramos ver a la senadora Hillary Clinton repetir el ridículo evento del que fue parte en Sudafrica mientras huía de Castro. Sus acciones o su falta de acciones en ese entonces no condujeron a nada bueno en cuanto a las relaciones entre nuestros dos países como no la conducirá a nada positivo tomar posiciones oportunistas para complacer a un grupo, a un sector fanático de la emigración cubana en detrimento de los intereses genuinos de la mayoría del pueblo norteamericano.
Apremiado por la admiración el respeto á ella me atrevería a regalarle como humilde consejo a la aspirante a la candidatura demócrata, una suerte de poema que leí hace muchos años. Yo era a la sazón un estudiante quinceañero que cursaba el bachillerato en la Habana. Quien sabe y puede que a Hillary le sirva de alguna manera, digo yo, en para poner en perspectiva lo valedero de su alianza, real o imaginaria con un diminuto grupo de votantes (léase fanáticos extremistas de origen cubano).
El autor del epigrama, el poeta cubano Rafael Alcides a propósito de los hechos que han dado motivo en el día de hoy a estas notas con relación a la estimada señora Clinton, de seguro, con picardía le habría versado más o menos así:
Los pactos entre bandidos y caballeros no funcionan
y llevan á la cárcel al caballero.
El bandido nunca se hará caballero
pero el caballero termina convirtiéndose en bandido.
Carlos Lazo es un activista por el levantamiento de las restricciones de viajes a Cuba.Veterano, Medico de combate y cubano-americano, vive en Seattle, Washington.

No hay comentarios.: