jueves, septiembre 13, 2007

LO QUE NO DEBIERA SUCEDER

Lo que no debiera suceder
miércoles, 12 de septiembre de 2007
Félix Sautié Mederos

En mi opinión dadas las circunstancias coyunturales, el evento más importante y prometedor que tiene lugar en Cuba en este momento, supuesto a prolongarse durante varias semanas, es la lectura y discusión, en todos los colectivos laborales e instituciones del país, del trascendental discurso pronunciado por Raúl Castro el pasado 26 de julio. Durante el mes de agosto y parte ya del actual he publicado varios artículos a propósito de esta intervención de Raúl, hoy al frente del gobierno por la enfermedad de Fidel.
La paradoja de que sólo en publicaciones extranjeras pueda publicar actualmente mis análisis sobre esos planteamientos de Raúl que han reverdecido las esperanzas en una etapa cualitativamente complicada del proceso político social cubano, ilustra por sí misma la necesidad de cambios que un día permitan regocijarnos con la riqueza política y el enriquecimiento cultural que le proporcionaría a nuestra sociedad una auténtica libertad de expresión y de Conciencia. No es esa, sin embargo, la médula del discurso, cuyos juicios y expectativas se orientan a encarar la necesidad tanto de erradicar perniciosas tendencias y errores, como de replantearse conceptos, métodos y estructuras para dar una respuesta consecuente a la situación socioeconómica y a las insatisfacciones de la población respecto a la calidad de su vida y de sus anhelos de futuro, que no pueden circunscribirse "por más que constituyan cuestiones vitales" a la salud y a la educación que por demás también manifiestan problemas y deficiencias que necesitan de soluciones adecuadas.Conocedor de las consideraciones que he publicado e identificado con el clima esperanzador infundido por el discurso de Raúl Castro, uno de mis alumnos del curso de administración y gestión de programas y proyectos, que imparto en La Habana, me planteó una preocupación que, sostuvo, era compartida por otras personas de igual modo favorablemente impresionadas con el discurso. En esencia, se trata del temor a que "suceda de nuevo lo que pasó cuando los debates públicos y abiertos que se realizaron en todo el país como parte del IV Congreso del Partido, en el sentido de que hubo un momento en medio del proceso que todo se detuvo y que incluso algunos colectivos que fueron especialmente críticos recibieron entonces determinadas reprimendas por sus planteamientos"; tales fueron sus palabras. Las que transcribo textualmente tal y como corresponde al oficio del periodismo; y, en consecuencia, me siento en el deber, ante todo, de explicar el sentido de esa preocupación a los lectores no cubanos de POR ESTO! y a los que tienen acceso a mis artículos en la red, principalmente a los que eran niños o nacieron diecisiete años atrás y no tienen por tanto la vivencia a la que aludía mi interlocutor.Durante la discusión del Llamamiento al IV Congreso del Partido, entre marzo de 1990 y octubre de 1991, se computó oficialmente la participación de más de tres millones de personas. No puedo valorar en qué medida realmente influyeron en los acuerdos del Congreso, cuyo mérito fundamental fue ratificar la decisión de preservar las conquistas sociales de las que entonces podíamos presumir y reiterar la aspiración de un camino cubano al socialismo en medio de la incertidumbre y de cierta desmoralización en el ámbito de la izquierda y el movimiento revolucionario en todo el planeta. Me atrevo, no obstante, a especular que en los planteamientos conceptualmente innovadores adoptados por el IV Congreso tales como, en mi criterio, de la redefinición del propio Partido como vanguardia de la nación cubana y no de una clase social; retomar el carácter laico del Estado propugnado por José Martí; ponerle fin a la exclusión del Partido de las personas con creencias religiosas y la propuesta de elegir de forma directa a los diputados, se advierte un esfuerzo por aproximarse a reclamos más profundos y abarcadores aún pendientes en la perspectiva de la democratización del proceso de la toma de decisiones y del control de su cumplimiento.Esta faceta negativa de aquel proceso y que da lugar a la preocupación apuntada, concierne al modo en que se asumieron por parte de los cuadros responsabilizados con su evaluación, de los criterios y propuestas agudamente críticos, dando lugar a virtuales reprimendas. Yo integraba entonces uno de esos colectivos que fue objeto de ese "tirón de orejas", del que formaron parte presuntos esclarecimientos en los medios de difusión masiva que no era posible replicar por los aludidos, métodos que dejan en estado de indefensión a los que se plantean el ejercicio de la crítica en estas circunstancias. Con la experiencia y la madurez que todos de un modo u otro debemos haber alcanzado en todo este tiempo, revivo esa experiencia y creo comprender también la situación en la que se vieron entrampados los promotores de una discusión amplia, abierta, transparente y sin condicionamientos en aquellos momentos, la necesidad de cuya convocatoria no debe haber sido fácil persuadir a los funcionarios habituados al monólogo de las directivas y las "orientaciones superiores", cuando en el curso de los debates promovidos debieron reaparecer para sofocarlos y, de facto, frenar el proceso en la medida que se fueron conociendo las reprimendas. Corresponderá a los historiadores escrutar en esos acontecimientos, pero para mí resulta evidente que no fueron capaces de anticipar las reacciones efectivamente orientadoras que exigirían comportamientos catárticos inevitables al cabo de tanto tiempo sin esos espacios de libertad y debate, cuando diversos desencuentros, equívocos, malquerencias, fruto de la improvisación, la mediocridad, arbitrariedades y, también, de errores que con la mejor buena fe de este mundo se puedan haber cometido, se habían enquistado y hallaron de súbito una válvula de escape. No puede soslayarse tampoco la coyuntura signada por la conversión en su antítesis de lo que para muchos cuadros y militantes había sido el paradigma soviético, enfrentados desde la segunda mitad de los ochenta al inimaginable combate en dos frentes: la argumentación que atribuía todos nuestros problemas a las inmanencias del sedicente socialismo real, en un extremo, y en el otro, la seducción que ejercía el discurso libertario, en apariencia renovador de la praxis socialista, de todo lo que se asociaba con la perestroika y la glasnot.La semejanza esencial con el contexto y las circunstancias actuales consiste en que continuamos adoleciendo de la falta de una cultura del debate. A nadie debiera sorprenderle por ello asistir a manifestaciones de catarsis en este examen masivo de un texto cardinal que en apretada y por momentos elíptica síntesis aborda asuntos que conciernen tanto a las penurias cotidianas de las mayorías como a las dudas de algunos en torno a la posibilidad de concebir un proyecto de vida que deje atrás a la pobreza y que resuelva uno de los principales problemas que en mi criterio deberían resolverse para el socialismo del futuro que es una adecuada correspondencia entre los intereses colectivos y los intereses individuales de las personas y las familias en específico. Mi preocupación personal, valga subrayarlo, no se refiere a lo que puede decirse en esas reuniones sino a que predomine una muda aquiescencia; bienvenido sea un desatino que a tiempo y sin ofender puede ser replicado, antes que permanecer callado por abulia, temor o sencillamente falta de fe en que las opiniones y propuestas de los trabajadores manuales e intelectuales, de los estudiantes, los jubilados y las amas de casa serán evaluadas con seriedad, respeto y firme disposición a escucharles; a reconocer sin ambages las responsabilidades y a no rechazar de plano cualquier sugerencia que se aparte o cuestione los esquemas que para no pocos de nosotros en Cuba han dado ya todo de sí, aferrarse a los cuales nos conduce, más temprano que tarde, al cuestionamiento que verdaderamente debemos evitar: el de la viabilidad del proyecto socialista para alcanzar un nivel más allá del igualitarismo de una pobreza inédita, compartida por la media de la población, tolerable porque nos mantenemos sanos y a cualquier edad podemos aspirar a un título universitario.El éxito de esta convocatoria a una reflexión colectiva y la medida en que trascenderá como un renuevo de la capacidad creadora del pueblo cubano, de su liderazgo histórico y del aporte de las nuevas hornadas de cuadros y dirigentes forjados en estos años de duro y complejo enfrentamiento tanto a los afanes imperiales por asfixiarnos o ahogarnos en sangre como a nuestros propios errores e insuficiencias, dependerá no sólo de lo que suceda ahora sino de cómo se traduzcan realmente en la vida de cada colectivo esas consideraciones y, sobre todo, de los pasos ulteriores para abrirle cauce a las potencialidades productivas, económicas e intelectuales latentes en la sociedad cubana así como a la creatividad individual y colectiva que ha sido tan amenazada por la centralización extrema de la sociedad así como por los triunfalismos que tanto daño nos hacen, pasos que en primera instancia corresponden a los que en nuestra sociedad tienen en sus manos los timones de mando al decir de Teilhard de Chardin.Aunque me asiste la firme convicción de que durante las discusiones ya iniciadas no se repetirá la contramarcha de hace diecisiete años, porque en las actuales circunstancias y coyunturas sería un empeoramiento de todo de incalculables proporciones; quiero persuadirme también de lo que debe acontecer después, sin apresuramientos ni dilaciones, como ha dicho Raúl Castro en otras oportunidades "midiendo cien veces antes de cortar"...pero cortando al fin, me atrevo a añadir, ante todo, porque su discurso del 26 de julio testimonia un consenso nacional que se resume en la necesidad de cambios, cuya esencia y arquitectura será más socialista mientras más se alejen del fallido experimento implantado en Europa oriental a partir de la experiencia soviética y, sobre todo, de los esquemas y transgresiones que condujeron a la crisis y de ésta a su autodestrucción en la propia URSS. La discusión de si el socialismo real colapsó por sus contradicciones internas o fue objeto y víctima de un maquiavélico plan imperialista es, cuando menos, irrelevante. Raúl no pudo ser más claro y lúcido: "Es preciso sumar a todos a la batalla cotidiana contra los errores propios que agravan las dificultades objetivas derivadas de las causas externas, en especial las provocadas por el Bloqueo Económico de los Estados Unidos...". La batalla ha comenzado y en manos de todos está impedir, a toda costa, el repliegue que, ni ahora ni después, de ningún modo debiera suceder.
E-Mail: fsautie@yahoo.com

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