Con algunas pequeñas erratas rectificadas.
PRIMERA PARTE
27/08/07
Cinco preguntas sobre el debate en Cuba en torno al Socialismo del Siglo XXI. Entrevista al intelectual cubano Félix Sautié (I).
Orestes Martí / Entrevistas.- P: Desde hace algún tiempo comprobamos que en Cuba se ha iniciado una polémica en la cuál usted también ha tomado parte. Algunos intelectuales aseguran que en lo relativo al tema cubano hay dos visiones contrapuestas que han impedido reflexionar serenamente tanto dentro como fuera del país sobre los aciertos y los errores del proceso revolucionario ¿Cuál es su percepción al respecto?
Estimado amigo, ante todo debo agradecerte que me hayas tenido en cuenta para hacerme una entrevista sobre temas tan importantes para el presente y el futuro de Cuba. De antemano te pido disculpas porque me voy a extender un poco en mis respuestas ya que pones ante mí persona una oportunidad inapreciable para explicar algunas cuestiones que considero debo dejar claramente planteadas en estos momentos. Yo pienso (te aclaro que prefiero en todo momento usar un yo teresiano antes que el nos mayestático acomodaticio y englobador detrás del cual algunos se sienten tan seguros) y lo he escrito muchas veces en mis artículos de prensa que en nuestro país estamos atravesando por un momento de inflexión en el que habrán de decidirse para bien o para mal, de acuerdo con el acierto o desacierto que al respecto se tenga, muchas cuestiones importantes para nuestro presente y nuestro futuro, en que como nunca antes están en riesgo conceptos trascendentales muy especialmente para el porvenir, que van más allá del sistema socialista que pretendemos perfeccionar y limpiar de sus errores y problemas de aplicación. Incluso considero que está en juego la posibilidad de existencia de la nación misma, la que podría sucumbir ante un anexionismo que nos persigue y se mantiene latente sobre nuestros destinos desde los albores del surgimiento de nuestra nacionalidad. Todo lo cual podría desencadenarse si no somos inteligentes en nuestro desenvolvimiento, ágiles en la actuación porque no nos queda mucho tiempo, así como honestos en reconocer y rectificar nuestros propios errores. Tú conoces que entre algunas de mis actividades me desempeño como teólogo laico y en este sentido quisiera señalar una recomendación que hizo Jesús cuando envió a sus discípulos al mundo de su época y que en mi criterio resulta muy oportuna en estos momentos de la Historia de Cuba: "Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas." (Mateo 10,16 Biblia de Jerusalén)
Te reitero que este riesgo no lo veo como una posibilidad remota, sino como una consecuencia muy posible en dependencia de la actuación que todos manifestemos ante los muchos problemas que nos aquejan y que se han acumulado en un momento en que dada su magnitud y persistencia no aguantan más. También resulta necesario e imprescindible, tener muy presente los intereses fundamentales del pueblo cubano, el que considero que en muchas ocasiones se siente fuera de todos estos trajines y análisis; que por demás en última instancia le conciernen muy directamente, sobre todo al futuro del perfeccionamiento de los logros que hoy disfrutamos, aún en medio de múltiples deficiencias y errores de aplicación, así como de sus justos anhelos no alcanzados y de sus más genuinas y crecientes necesidades individuales y sociales aún no satisfechas.
En estos momentos, observo con mucha preocupación el derecho que algunos con gran frecuencia se abrogan de hablar en nombre de todos los demás o por lo menos de amplios sectores integrantes de los demás, sin tener un mínimo pudor para con lo que es objetivo y con la verdad misma de las realidades que se confrontan. En esto radica un motivo esencial para el uso indiscriminado de ese constante "nos" y "nosotros", que hay quienes no se quitan de su boca y que realmente rechazo con todas mis fuerzas a partir del uso de un yo pienso, yo considero, yo percibo, yo opino, que reconozco a veces lo convierto en repetitivo, quizás como parte de un instinto de conservación y defensa encaminado a no sucumbir en medio de ese charco de tanta doble moral y mediocridad de vida que nos invade por todas partes. Con esto quiero decirte, que nunca me he considerado ni me considero, menos ahora cuando formo parte activa de lo denominamos como tercera edad, alguien libre de toda culpa y que también rechazo con todas mis fuerzas a los que actúan como los puros capaces de juzgar a todos sin tener en cuenta sus propias culpas. Mucho de estas manifestaciones he visto y he vivido en los últimos tiempos, lo que me he encargado de señalar con insistencia en mis escritos e intervenciones.
En estas circunstancias el uso de las palabras, de los calificativos y la altura de miras son muy importantes en mi opinión, para no añadir con nuestras inconsecuencias nuevos problemas y mayores agravantes de los que ya existen; por eso en la conferencia que dicté en la Comunidad de Santo Tomás de Aquino en Madrid, el pasado 11 de enero del 2007 hube de expresar algo que considero necesario que lo reitere de nuevo en esta entrevista y me cito textual: "pienso que la responsabilidad con las palabras y los juicios siempre sería poca, máxime cuando se vive adentro y se tiene cierta participación e incidencia en lo que sucede y en lo que podría suceder. Les voy a hablar desde adentro y nunca saliéndome hacia fuera de un proceso en el que he participado de una forma u otra desde 1956 a la fecha, con mayor o menor responsabilidad pero nunca desde posiciones neutras".
Yo creo que en tales coyunturas y circunstancias, es fundamental que todo el que tenga algo que decir lo diga en búsqueda del bien de la nación en su conjunto. He repetido varias veces lo que considero una norma general para la participación, y es que solo se excluyan los que no tengan nada útil que plantear o los que se queden sin consenso en sus argumentos o sin nuevas cosas que decir o que analizar. Claro está que también he propuesto algunos límites éticos que pienso son imprescindibles para garantizar que todo transcurra de la forma más civilizada posible y no se transforme en las contingencias llenas de insultos, de rencores y de odios dentro de un todo vale de venganza y pases de cuenta que a nada bueno nos puede conducir, tal y como algunos han tratado y tratan de hacerlo. Es aquí donde en mi opinión, resulta de gran importancia tener muy claros los aspectos esenciales de una ética muy definida en el debate, así como del respeto ineludible a la dignidad de los demás, sean quienes sean. Te reitero que el vale todo, las desautorizaciones pontificiales muchas veces planteadas desde posiciones de poder, el uso de la fuerza e incluso el chantaje personal y/o colectivo complican extremadamente cualquier intento de diálogo, debate o polémica sin importar la trascendencia que los temas en análisis puedan tener.
A tales efectos, debo decirte que opino que las causas que han impedido y que impiden "reflexionar serenamente tanto dentro como fuera del país sobre los aciertos y los errores del proceso revolucionario" no son determinadas principalmente por el hecho de que existan dos o más "visiones contrapuestas" porque eso en definitiva, resulta ser lógico y parte esencial del diálogo. Precisamente pienso que uno de los problemas básicos que hemos tenido presente en nuestras coyunturas y circunstancias de hoy: es el criterio de unos y de otros, de que su verdad constituye precisamente la única que debe prevalecer, sin dar ninguna razón para la existencia de una diversidad que es propia de la vida misma y que enriquece en vez de empobrecer.
Incluso es posible observar, cómo algunos que se han detenido en el tiempo, parten desde los puntos de vista del pensamiento oficial establecido y defienden a ultranza el derecho que tienen las mayorías y las minorías de otras latitudes a manifestarse libremente, mientras que aquí adentro le niegan la sal y el agua a cualquier expresión, manifestación o idea que no sea laudatoria o al menos afín con los conceptos que oficialmente ellos detentan y que muchas veces los han secuestrado sin oportunidades para ninguna otra interpretación. Así por ejemplo debo decirte que desde hace mucho tiempo en los medios locales se ha partido de una única forma de construir el socialismo, sin darnos oportunidad alguna a los que pensamos que existen otras posibilidades y enfoques para concebirlo y hacerlo realidad. Aquí te hablo de algo que he sufrido en carne propia y que aún sufro. Y sé de otros que incluso lo han sufrido con mayor rigor que el mío. Hay en la actualidad en el mundo y muy especial en nuestra América, una tendencia muy clara de plantearse un socialismo con raíces cristianas, que no sea absolutamente estatista sino que logre un adecuado balance al respecto entre lo que deba ser centralizado y lo que sea imprescindible descentralizar. Tampoco este concepto erradica totalmente a la propiedad privada en determinadas circunstancias y dimensiones específicas. Una principal fórmula del Socialismo del Siglo XXI para muchos, entre los que me incluyo, es la cooperativización, la autogestión obrera, la producción agropecuaria de los pequeños campesinos individuales, la pequeña empresa familiar y otras iniciativas más que personalmente yo comparto también, pero que han sido excluidas de toda posibilidad de plantearlas y mucho menos de experimentarlas en una escala que salga más allá de uno cuantos lugares dispersos por la geografía cubana de hoy. Conozco de estudios muy serios, científicos y profundos como los que por ejemplo se ha estado planteando alguien a quien considero y respeto en alto grado, el experimentado intelectual cubano y académico Pedro Campos quien muchas veces aquí adentro ha sido como la voz del que clama en un desierto, dadas los esquemas y resquemores con que oficialmente se han visto estas cuestiones por parte de una burocracia estatal y política que se considera la única dueña del proceso revolucionario cubano. Y ni qué decirte de la situación que se nos presenta de una parte y de la otra, a quienes nos atrevemos a hablar de un cristianismo, incluso un posible catolicismo revolucionario.
En este orden de cosas, se manifiesta en relación con el tema Cuba además, una polarización tan aguda que solo sólo se admiten la posibilidad de existencia de uno y del otro polo. Este concepto de polarización ha calado en todos los estratos, posiciones y sectores de un signo y de otro. O sea el de los que se plantean totalmente en contra en un caso, o bien el de los que se plantean todo a favor en el otro. Las armas principales que usan ambos polos son las del insulto, la descalificación personal e incluso las veladas o explicitas amenazas de exterminio total. Eso es muy lamentable y constituye en mi opinión, un gran obstáculo, sobre el cual necesariamente tendremos que saltar en bien de la nación cubana, que es la que sufre de todos nuestros desafueros, desaciertos e intereses espurios esgrimidos en estas contingencias. Sobre esta polarización específicamente se refirió el teólogo moralista español Don Benjamín Forcano en su prólogo a mi libro “SIN TIEMPO PARA MORIR” en abril de 1999, quien expresó algo que quiero citar en esta oportunidad: "Veo cúpulas de poder a uno y otro lado, polarizadas, desconfiadas, dispuestas a no ceder, a no perder el monopolio, a no dejarse reducir. […] y también en Cuba, un imperativo primero, de conciencia, es colocarse con humildad ante los fallos propios, los errores evidentes, los daños irreparables, y deplorarlos. Y descubrir generosamente los méritos del otro. Una confesión bilateral, de culpa y de arrepentimiento, de acercamiento, para desde la experiencia, aprender y, juntos, sumar todo el potencial de utopía y amor para la lucha" (fin de la cita). Es en este sentido, que veo lo que algunos te han planteado al respecto de esta polarización y en mi criterio lo hacen porque perciben e incluso sufren estas situaciones.
No obstante el haber respondido a tu pregunta, quiero ser un poco más explicito con una exposición de lo que personalmente he percibido a partir del debate suscitado con motivo del primer artículo que la periodista cubana Soledad Cruz publicó en el portal Kaos en la Red con el título "El Revolucionario riesgo de la verdad. No se sirve a la Revolución cubana ocultando sus taras, defectos y problemas", sobre el cual puedo decirte que a mí en lo personal desde un principio tanto su título como su contenido me pareció muy atinado y muy importante para que fuera debatido con toda responsabilidad en las actuales circunstancias, pero surgieron los insultos y los ataques personales no solo para Soledad Cruz sino también para los que nos atrevimos a opinar a favor del contenido que expresa Soledad. Además quiero expresarte la salvedad de que opinar a favor de lo que escribió Soledad tampoco quiere decir que coincido punto por punto con ella sin tener mis propios enfoques y opiniones sobre los múltiples problemas que se atrevió a escribir, pero precisamente ahí está el valor que me llevó a plantear mi respaldo y mi opinión a favor de su artículo por lo oportuno, lo abarcador de un universo de problemas reales y lo valiente que ha sido.
Estas determinadas personas a que me refiero, no se han detenido en pensar sobre qué es lo que en realidad atacan y qué significaría abrir un proceso en el que por encima de todo se plantee el pase de cuentas, la venganza y el rencor, sin detenerse a analizar que lo que plantea el otro es objetivamente de la forma en que lo dice o si bien es necesario analizar y discutir el contenido de lo expresado en búsqueda de verdaderas causas, verdaderos efectos y verdaderas soluciones, sean las que sean dentro de los marcos de la justicia social y la equidad distributiva, para superar nuestros problemas y abrir una época de paz, desarrollo, justicia social, equidad distributiva ( y valga la reiteración de los términos de justicia y equidad) con vistas al presente y el futuro inmediato de nuestro país que debe ser mantenido y desarrollado como una nación verdaderamente libre e independiente tal y como la soñó José Martí: con todos y el para el bien de todos.
Esta ceguera existencial, esta concentración en el rencor y el odio, ha llevado a que incluso algunos no afectados asuman una representación del conjunto. Mientras que en cambio hay ejemplos de los verdaderamente afectados, de intelectuales y artistas que con toda la justificación para albergar rencores y odios, por el contrario han dado un testimonio de alturas de miras y de sentido de la justicia, ejemplar y muy encomiable en búsqueda de verdaderas soluciones de fondo.
Así mismo y en sentido más amplio aún, algunos han pretendido asumir en la forma en que hablan y se expresan, también una representación generalizada de todos los numerosos sectores intelectuales de la Cuba de hoy, en los que se cuentan con diversas generaciones surgidas en estos años de científicos de las ciencias exactas, ciencias aplicadas y ciencias sociales, académicos, profesores, investigadores, periodistas, escritores, artistas y profesionales, como resultado de la significativa extensión, en calidad y cantidad, de los estudios superiores y de las oportunidades para ejercer esas profesiones, las que se han hecho presentes y se han desenvuelto aún en medio de muchas concepciones erróneas y dañinas que deberíamos rectificar.
Se han pasado por encima de elementales principios éticos para el debate, incluso se han planteado cosas infundadas y han primado los intereses personales en vez de los grandes intereses colectivos y del culto a la verdad y a la Memoria Histórica verdadera. Estas personas en mi opinión le han hecho y le hacen el juego a los que desde un signo u otro, no quieren que los problemas de fondo sean analizados de forma profunda y civilizada en busca de soluciones verdaderas, factibles y sostenibles, lo que significaría continuar en el inmovilismo en que en la actualidad estamos sumidos.
Yo he hablado en varias ocasiones del tejado de vidrio que todos tenemos dentro de un proceso social que ha concitado desde los primeros momentos con adhesiones masivas en cantidades extraordinarias como nunca antes en la Historia de Cuba, dentro del cual nos hemos apasionado, nos hemos parcializado y dentro de los muchos aciertos alcanzados también hemos cometido muchos errores. En estas circunstancias considero que son muy pocos los que podrían tirar una primera piedra.
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